jueves, 15 de marzo de 2012

Arrecife de coral



Recuerdo el día que salí con mis amigos fuera de nuestro habitad natural y te conocí. Como un submarinista me sumergí en un entorno desconocido para mi, estuve flotando entre tu mundo y el mío con las limitaciones propias de la apnea. Cuando ya nos íbamos te vi, maravillosa, bella, como un arrecife de coral, los rayos del sol te iluminaban, la belleza de tus colores era hipnótica, llenaba los pulmones y bajaba rápidamente, me mezclaba con cromáticos peces que te rendían pleitesía, las anémonas que estaban contigo se contoneaban a merced de las corrientes, las esponjas de distintos tamaños te adornaban. Todo era un sueño, frustrado por la brevedad de mis encuentros decidí volver con mis amigos, para contarles mi experiencia. Todos sonreían y coincidían en que estabas fuera de mi alcance, molesto por sus comentarios decidí ignorarlos y buscar el medio de estar contigo. A los pocos días invite a mi mejor amigo a que me ayudara en la que ya era mi obsesión, cuando vio el precio de lo que iba hacer, se negó por completo e intento disuadirme, pero mi respuesta fue el desprecio y la irá.

Gasté hasta lo que no tenía, para hacerme con un equipo que me llevara a ella de nuevo, navegué con mi nueva barca de nuevo al arrecife, que seguía sobresaliendo del fondo majestuoso haciendo sombra a otras estructuras que había alrededor. Comprobé las botellas y me sumergí a su encuentro seguro de mí, recorrí con mimo sus colores, su exuberancia y sus encantos, seguía buceando, pero no veía su interior, solo los bonitos brillos de su superficialidad, angustiado por el revés, decidí un contacto físico. En ese momento sentí el ataque de todos sus lacayos, morenas, crustáceos hasta tortugas, se arremolinaban ante mí sentí el dolor de sus risas y bromas, cuando me disponía a salir hacia la superficie. Pero no tenías bastante, necesitabas hacerme más daño, así que ayudada por las corrientes marinas, me succionaste hacia ti, en ese momento pude notar tu interior, bajo tus colores y esponjas, ahí estabas.

Estructura pétrea cortante de infinitas formas envuelta por la amorfa regularidad del océano, rasgabas mi barca a tu antojo, detrás del remolino de pedazos pude ver claramente las estructuras del fondo que estaban a tu alrededor. Naufragios anteriores con un manto de sedimentos de burla y olvido.
Subí a la superficie sujeto a un pedazo de la autoestima que aun me quedaba y quede a la deriva, con la humillación del que se siente idiota. No se el tiempo que pasó hasta que mi amigo salió en mi búsqueda, cuando me recogió en mi mirada se leía, lo siento, tenías razón, en la suya yo buscaba: te lo dije, pero encontré la de; amigo, vamos a casa.

Ha pasado mucho tiempo y ya recuperado de las heridas, he vuelto salir en muchas ocasiones de mi habitad natural, con maravillosas experiencias.

Un amigo me contó que la belleza superficial del arrecife fue destrozada por un buque que navega lento, constante e inexorable, que se llama edad.

No superó el dejar de ser la reina del atolón, su recuerdo aun me estremece y me entristece su final, si bien me hizo daño, hace mucho aprendí que fui mucho más afortunado, tengo amigos en vez de lacayos.

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