jueves, 16 de junio de 2011

La almohada



Hoy ha sido un día muy largo, después del viaje en coche y de la cena ligera, ella ha seguido estudiando para la oposición y yo me he quedado viendo la tele. De madrugada, unos suaves golpecitos en mi hombro, me sacan del estado de sopor en que me encuentro y una sonrisa cansada me invita a ir a la cama. Noto a mi lado como se duerme de inmediato, el agotamiento y la falta de sueño hacen mella en ella. Pasa el tiempo y yo desvelado intento moverme lo menos posible para no despertarla, me llama poderosamente la atención la almohada tan incomoda que tiene, conforme me adentro en la madrugada más insoportable me parece, la intento doblar, estirar, paso el brazo por arriba, por debajo, la aplasto, la aliso, suspiro, resoplo y veo ya transformarse la oscuridad en tonos violetas y rojizos entrar por la ventana. Ahora soy yo el que esta agotado, desesperado por el estado en el que me encuentro, la presiono con rabia y le digo en voz baja, que sus días están contados, mañana mismo voy a compara una nueva. Me siento en trance por el cansancio y me sobresalta una voz que proviene de la almohada.

Tú intruso, si tú, ¿quien eres tú para separarme de ella?, soy la guardián de su más secreta intimidad, yo he sido soy y seré el único elemento constante en su vida, siempre estoy aquí cuando más me necesita, cuantas veces se ha aferrado a mí con lagrimas en los ojos, casi la podía abrazar. Soy su compañera de viaje en los más fantásticos lugares, donde nos llevan sus sueños. Cuantas veces nos hemos estremecido de placer, ella, yo y la libido que surge de madrugada, ha besado cada una de mis costuras, cada dibujo, mordido cada arruga. He recorrido su cuerpo mil veces, lo conozco bien, tengo memorizada todas sus zonas erógenas y ella se deja llevar, soy maestra del “tempo” imprimo la velocidad justa en que se debe ejecutar la sinfonía del placer….Adagio, Allegro, Presto, Prestísimo….. Dioss como me gusta cuando se le eriza el bello, tensa su cuerpo, petrifica sus pezones y sube hasta tocar la luna y se desvanece sin sentido junto a mí. Empapo su sudor y ahogo sus gritos, mientras vuelve en sí. Nunca le pregunto si le ha gustado, ni me levanto al baño, ni me doy media vuelta, ni fumo, ni ronco. Sé que le ha gustado, lo he notado y simplemente me quedo con ella arropándola mientras se recupera de las palpitaciones. Cuando respira profundamente y cierra los ojos, abrazo su desnudez y volvemos a viajar juntos a los misterios del inconsciente.

El sobresalto inicial, se convierte en reflexión, que se rompe al abrir los ojos mi pareja. Su mirada ilumina más la habitación que los primeros rayos de sol que entran por la ventana, su sonrisa me contagia la paz ausente toda la noche, sus caricias me hacen olvidar las horas de vigilia. Hicimos el amor con el intenso sonido de los pájaros de fondo en un amanecer de primavera, como siempre trabaje el “tempo”, al terminar no pregunte nada, ni me levanté, mientras nos recuperábamos, abracé su desnudez. En eso mismo instante, me di cuenta, lo bien que me sentía y la pesadilla de almohada se había convertido en una sensación placentera, sentí con sorpresa y agrado que nos abrazaba a los dos. Me dejo llevar con mucha paz, a los misterios del inconsciente.

Fro marmol



Llevo tiempo buscando la pieza de mármol blanco, para materializar mi recuerdo, por fin te he encontrado. Miro detenidamente las taras del bloque, paso mis manos por él, definitivamente eres tú, la gélida sensación, me trae a la mente, tu inesperada ausencia.
Ya en el estudio, te observo, te rodeo lentamente intentando descubrir las tres dimensiones de tu figura, el deseo que tengo por sentirte, vence a tu obstinación por esconderte, acerco las herramientas y me dispongo al desbastado. No tengas miedo, aunque la mayoría son cortantes, con mis rápidos y certeros golpes, te liberaré con mi puntero de tus miedos, desportillaré tus dudas y horadaré en la fría envoltura, en la que te crees protegida. El suelo esta lleno de material, que te oprimía, ahora es el turno de las gubias, empiezo a darte curvas, que por cierto, se muestran descaradas ante mis ojos, con el cincel dentado ya dejo entre ver tu volumen y la sombra.
Te masajeo con piedra pómez todo el cuerpo, con mucha delicadeza por tu cara, la expresión es el objeto del arte. Me fascina y me seduce las caricias que te doy insistentemente con el esmeril, puliendo tu belleza, compruebo cada milímetro de tu cuerpo con mis dedos, tus pechos suaves como la seda, me estremecen, tu cuello me embelesa, tus caderas me excitan.
Mis manos abrasadas y candentes por el trabajo, contrastan con tu frialdad, tu mirada sigue inexpresiva, sé que eres tú, te veo, pero no te siento, tengo tu cuerpo frio, pero me falta tu alma incandescente. Después de tanto trabajo estéril, confirmo lo que ya sabía, tu cuerpo es bellísimo, pero lo que deseo realmente, lo que me fascina de ti, es tu alma e inteligencia y eso no se puede copiar, solo se puede sentir.

vinum divinus



Hoy no ha sido un buen día, pero he terminado pronto y como siempre cuando estoy saturado recurro a la paz del Jardín, hoy me he decidido por el de Monforte, pequeño, acogedor y unos de los mejores cuidados de mi ciudad. Aun me quedan unas horas de sol y las aprovecho al máximo, con los ojos cerrados y sentado cerca de la rosaleda, escucho pronunciar mi nombre con sorpresa. Abro los ojos y veo una familia, lo cual me desconcierta, me fijo en la mujer que sonríe y se inclina hacia mí. Sus ojos me devuelven a mi adolescencia, es Carolina, hace más de 25 años que no la veía, mi sonrisa es sincera. Después de presentarme a toda la familia y dialogar un rato con las típicas frases de protocolo, nos despedimos muy cortésmente, la ultima en hacerlo es ella, nos acercamos para darnos dos besos en las mejillas, mientras el resto de familia ya partía y me susurra al oído

- Me he alegrado un montón de verte ¿sabes? Eres como el buen vino, con la edad aun estas mejor.

Tras mi carcajada de agradecimiento, la veo alejarse con elegantes movimientos. Su cuerpo ha cambiado, pero su mirada y su sonrisa… Diossss … cuantas noches en vela me hicieron pasar hace años, sigue siendo una mujer bellísima.
Vuelvo a sentarme al sol, pero ahora con una sonrisa, repaso mentalmente el encuentro y llego a la conclusión de que el símil del vino es cierto, no por vanidad, sino por que me encuentro así, todos somos vinos.

Aun recuerdo las gotas de roció sobre mí en los amaneceres de finales del verano y el día de vendimia, como con delicadeza me alejaron de lo que hasta entonces fue mi casa. Nunca olvidaré la presión de la prensa y el dolor al despojarme de la armadura que me oprimía. Todo cambió al notar que fluía libre como un mosto joven, como todos tuve que pasar por varios procesos de fermentación, en mi interior la dulzura del azúcar de la inocencia, se convertía lentamente en alcohol de la responsabilidad. Tras el trasiego, comencé el periodo de crianza, asimilando los matices del roble, así como los de la vida. Ahora ya convertido en un Gran Reserva y una vez embotellado en lo que hoy mi personalidad, espero que alguien me descorche con ilusión, me deje airear con paciencia. Que observe el color de las lágrimas que dejo en la copa, que huela mi perfume y que finalmente me pruebe con un pequeño sorbo y me deje acariciar toda su boca.

Ya mucho más relajado con el paso de las horas rodeado de armonía, me levanto del banco con decisión por que ya refresca bastante y ya sabéis que el cambio de temperatura el malísima para el vino, así que me retiro hacia mi bodega… por cierto ¿te gustaría brindar conmigo?

Cando duermes



Hoy me he despertado pronto, necesito beber agua, la noche fue larga, ya entran los rayos de sol por la ventana. Regreso a la habitación bostezando con ganas de volver dormir, cierro la puerta despacio, para no despertarla, la miro y me quedo ensimismado viéndola.
Sus rizos surcan la almohada como olas de temporal en la playa, me estremezco al observar la posición de la mano que flota al borde de la cama, es como la pintó Miguel Ángel en la capilla sextina… la creación de Adan…. , sus hombros tan delicados y suaves invitan a besarlos, me contengo y me siento en la silla de la cómoda.
Recorro con la vista su cuerpo, sus largas piernas, emergen desde retorcidas sabanas, con un cruce decoroso y puritano que me hace sonreír, su minúsculo camisón de seda, deja al descubierto su cadera y parte de su plano vientre, que incitan al deseo. Me fijo en la pequeña fracción de la cara que me deja ver su cabello, sus ojos y boca cerrada, de dan un imagen angelical y de paz contagiosa. Me acomodo tanto como puedo en la silla y sonrió en silencio. Pasan los minutos y sigo deleitándome con esa bella estampa. Esta secuencia ya la he visto antes, en la película de mi vida, con otras actrices, da igual que sean distintas, más altas, más llenitas, más simpáticas, más bronceadas, la maravillosa sensación es siempre la misma.
Me siento afortunado, por compartir este mágico momento, esencia de mujer, perfume delicado de la belleza femenina en todas sus expresiones, momento místico que saboreo despacio.
Quisiera ser poeta para escribirte una Oda, pintor para inmortalizar este momento, quisiera ser creyente para dar gracias a Dios.
Cuando sea anciano y mi vida sea contemplativa, de un mundo acelerado, recordaré este momento, mujer y sentado en el banco del parque, asomara un lagrima de emoción, igual como la que me aflora ahora al verte

jueves, 9 de junio de 2011

Tormenta de verano


Soy una de las muchas gotas que resbalan con tu rostro, la diosa fortuna quiso que nos encontráramos. Yo vengo de las altas nubes; soy hijo del mediterráneo; nací en el profundo mar, donde he sido testigo de las más grandes aventuras y conquistas. Después de andar por mil borrascas, una nube me absorbió con la fuerza del sol de mediodía. Fui a las alturas, donde más brillan las estrellas, y de allá, esquivando los rayos, caí, cargado de energía a merced de los vientos, de una tormenta de verano.
Extenuado, me deslizo lentamente por el laberinto capilar de extremada belleza, que son tus rizos. Recorro deslizándome por tu frente altiva hasta llegar a tus pestañas, observo fascinado tu ojo, allí me veo reflejado en un precioso espejo de esmeralda. Intento llamar tu atención, entre tantos admiradores, con escaso éxito. Pestañeas y me lanzas a tu rosáceo pómulo, acaricio tus mejillas mientras desciendo aterrado por llegar a tu barbilla y caer perdido en un charco estéril.
Me pego a ti con las pocas fuerzas que me quedan. El movimiento de tu cara al sonreír, por las cosquillas que te doy, hace que cambie mi suerte y mi rumbo, me precipito con velocidad hacia la comisura de tus carnosos labios.
Descanso sobresaltado unos segundos, todos mis temores se desvanecen, cuando veo el lento movimiento sensual, de tu lengua recorriendo tu labio superior. La carnosa caricia que me das, me funde a tu calidez interior.
Me siento extasiado, de todas las experiencias de mi dilatada vida, esta es sin duda, la más placentera, quiero peregrinar por todos los rincones de tu cuerpo.
Cuando el ciclo de esta maravillosa experiencia termine y vuelva a ser parte del mediterráneo. Escucharé a mis compañeras cuando hagan alarde de sus experiencias de conquistas, de batallas y epopeyas, de reyes y emperadores, piratas y comerciantes por el mare nostrum. Yo narraré la más extraordinaria historia, que fui parte de ti.

Ahora que me lees ya me conoces. Espero que cuando te sorprenda la próxima tormenta y cuando las frescas gotas resbalen por tu cara, no dejes de sonreír, para fundirnos de nuevo, en este delirio de sensaciones.

La butaca


Salgo de mi habitación esquivando su maleta de fin de semana, hoy hemos decidido no salir, será un sábado de descanso, entro al salón y ella estaba de pie junto a mis estantes, a mis libros, a mis tesoros. Al oírme entrar se gira con una sonrisa cautivadora.

- ¿me dejas este libro? Me han dicho que esta muy bien.

- Si claro, a mí me encantó, léete el prólogo, yo mientras voy a escuchar un poco de música

Sin dudarlo lo coge y veo sorprendido que se sienta en mi butaca de lectura, pienso abatido que se ha profanado mi trono. Es de piel, negro, compañera de decenas de aventuras, ya un poco desgastada los apoya brazos por el paso del tiempo, el respaldo se ha convertido en el negativo de mi espalda, encajamos perfectamente. Busco refugio en el sofá de tres plazas al fondo del salón, me descalzo y me estiro en él, escudriño la música en el MP4, me pongo los auriculares y los violines del invierno de Vivaldi, como siempre me erizan el bello, inspiro profundamente con los ojos cerrados y al exhalar dirijo la mirada hacia ella.
Bella usurpadora de mi rincón, la miro detenidamente mientras ella esta sumergida en el libro, me llama la atención lo grande que se ve la butaca con ella sentada allí, el color borgoña la rodea y le hace destacar aun más. Sentada como una contorsionista en una posición imposible para mí, tiene la barbilla apoyada en la rodilla que la rodean los brazos que sujetan delicadamente el libro, el sol de media tarde entra por la ventana y convierte en oro su cabello, sus rizos se precipitan por su cara brillantes como la miel, el tirante de la camiseta se balancea en el antebrazo al resbalar de su hombro, su holgado pantalón corto deja escapar sus largas piernas que se retuercen como la hiedra, sus delicados dedos se mueven como alas de mariposa cuando pasa la pagina.
Estoy ensimismado observándola y decido cambiar la banda sonora del espectáculo que estoy viendo, vuelvo a pelearme con los diminutos botones y empiezo la búsqueda. Ya la tengo, cojo un almohadón y me acomodo mientras entra suavemente las primeras notas del piano. Me imagino que cuando Beethoven pensó en Claro de Luna, estaría tan extasiado como lo estoy yo ahora. Es uno de esos momentos que se saborean hasta el más mínimo detalle, soy consciente de la exquisita carga erótica provocada por tanta belleza. El último acorde de piano coincide con el movimiento de su cara, me observa y sonríe.

- ¿Qué miras? Me dice con dulzura y sorpresa mientras se ruboriza

- A ti, le contesto mientras salgo de mi estado catatónico

Me levanto y me dirijo hacia mi rincón, ella sigue mi movimiento con una mirada picara, cuando me encuentro con ella, le desplazo el cabello y le beso el cuello, ella se estremece y retuerce por las cosquillas que le produzco. Salta con la agilidad felina a mi espalda y cargado con ella como un caballo, me dirijo hacia la habitación.

- ¿Qué estabas escuchando, tan calladito?

- Beethoven, Claro de Luna

- Uyyy muy lenta, para ir ahora a la cama ¿vas a poner
música clásica?

- Si, pero el Bolero de Ravel, que tiene un ritmo, con una melodía obsesiva que va in crescendo, ahora mismo no se me ocurre ninguna mejor para hechizarte. Suelta una carcajada y acto seguido me mordisquea el lóbulo de la oreja.

Mientras nos dirigimos desde mi trono hasta mi santuario, no dejo de pensar lo afortunado que soy, y aun algo mejor, que me doy cuenta de ello. Casi nunca saboreamos el misticismo de los preámbulos, para mi es tan placentero o mas que el sexo.

Si la vida no se contara por años, sino por momentos que de verdad, nos sentimos vivos, yo ya sería octogenario. Tengo la gran suerte de disfrutar con los matices y la plasticidad que nos ofrece continuamente la vida.