Extenuado, me deslizo lentamente por el laberinto capilar de extremada belleza, que son tus rizos. Recorro deslizándome por tu frente altiva hasta llegar a tus pestañas, observo fascinado tu ojo, allí me veo reflejado en un precioso espejo de esmeralda. Intento llamar tu atención, entre tantos admiradores, con escaso éxito. Pestañeas y me lanzas a tu rosáceo pómulo, acaricio tus mejillas mientras desciendo aterrado por llegar a tu barbilla y caer perdido en un charco estéril.
Me pego a ti con las pocas fuerzas que me quedan. El movimiento de tu cara al sonreír, por las cosquillas que te doy, hace que cambie mi suerte y mi rumbo, me precipito con velocidad hacia la comisura de tus carnosos labios.
Descanso sobresaltado unos segundos, todos mis temores se desvanecen, cuando veo el lento movimiento sensual, de tu lengua recorriendo tu labio superior. La carnosa caricia que me das, me funde a tu calidez interior.
Me siento extasiado, de todas las experiencias de mi dilatada vida, esta es sin duda, la más placentera, quiero peregrinar por todos los rincones de tu cuerpo.
Cuando el ciclo de esta maravillosa experiencia termine y vuelva a ser parte del mediterráneo. Escucharé a mis compañeras cuando hagan alarde de sus experiencias de conquistas, de batallas y epopeyas, de reyes y emperadores, piratas y comerciantes por el mare nostrum. Yo narraré la más extraordinaria historia, que fui parte de ti.
Ahora que me lees ya me conoces. Espero que cuando te sorprenda la próxima tormenta y cuando las frescas gotas resbalen por tu cara, no dejes de sonreír, para fundirnos de nuevo, en este delirio de sensaciones.
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