martes, 24 de mayo de 2011

El nenúfar



Se esta poniendo el sol, te veo flotando plácidamente en el estanque, las ondas que provoca el hilo de agua al caer, estimula tu pasión por el baile, la coreografía sensual de tus grandes hojas verdes, hacen que resaltes mucho más. Lo primero que haces, al abrir tus pétalos por la mañana es observarme, como todos los días yo estoy mirándote fijamente con mi mirada pétrea, triste y melancólica. Me saludas estirándote y mostrando con descaro tus estambres coloridos. Percibo tu frustración por el escaso éxito de tu provocación, he intentas centrarte en absorber, los cálidos rayos del sol.
Yo desde la altura, no puedo dejar de sentirme afligido, por los recuerdos que me traen la pesada armadura y la espada que ciño, son una terrible carga. Cuanto horror, dolor y miedo, tengo incrustado en cada muesca de la cota de malla.
Pasan las semanas y un pequeño pajarito que habitualmente pasa los días entre nosotros se posa en mi hombro y me habla de ti. Te sientes fracasada por que todos los intentos de alegrarme son estériles, sabedora de que te quedan pocos días para marchitarte, cada vez me deseas más, anhelas mis caricias, envidias a la hiedra, si pudieras trepabas por el pedestal, acariciando mi todo mi cuerpo y me envolviéndome en un apasionado abrazo para toda la eternidad.
Te observo muy débil, el ocaso del día llega inexorablemente, más triste de lo normal, llamo la atención del pequeño pájaro que se limpia el plumaje con el pico en mi hombro. Me mira fijamente y se acerca a mi boca, escarba en mis labios y luego inmóvil me escucha, te mira, me mira y te vuelve a mirar. Con un movimiento enérgico alza el bueno, tu sorpresa es mayúscula al ver que se dirige hacia a ti. Es doloroso el movimiento de los saltitos cuando se acerca, casi no tienes fuerzas ni para sostener tus marchitos pétalos. Pasa su pequeño cuello con mucha delicadeza por tus estambres, empapándose con tu perfume, antes de elevarse, deposita en ti una pequeña piedra gris, te estremeces al sentirla y la conviertes en una piedra preciosa sin parangón. Observas aquel pequeño pájaro como vuela hacia mí y vuelve a posarse en mis labios, descargando todo el amor que te quedaba, cuando se va nuestro pequeño mensajero, ves parte de mis labios de granito, amarillos.
Se pone el sol y vas cerrando muy despacio, acariciando el tesoro que ahora posees, sabes que ya no te abrirás nunca más, conocedora que tu ciclo ha concluido. Antes de entrar en la oscuridad, me miras por última vez, sintiéndote extasiada, cuando ves el brillo de dos gotas de rocío salir de mis ojos y resbalar por mis mejillas

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