viernes, 20 de mayo de 2011

La madrugada



Estoy sentado cómodamente frente al PC, la luz de la pantalla conquista un poco de terreno a la oscuridad que me envuelve y el teclado pone sonido a la madrugada, estoy cansado, pero los nervios no me dejan dormir. Intento escribir algo para relajarme. Voltaire dijo un vez que la escritura es la pintura de la voz. Es una frase que siempre me ha cautivado, no se puede decir más con tan pocas palabras. Todos los días escribimos de forma mecánica sin hacer caso, de lo afortunados que somos.

Hace más de 5.500 años los Sumerios empezaron a escribir con tablillas de arcilla, pictogramas, evolucionaron a ideogramas, fonogramas y los símbolos eventualmente se simplificaron hasta crear un alfabeto, la escritura cuneiforme La humanidad ya jamás fue la misma.
Desde luego fue algo maravilloso, todo lo que somos, es por la formación e información escrita durante milenios, que ha llegado a nosotros gracias a la escritura.
Ahora que tecleo estas líneas y con la ayuda milagrosa de la tecnología, lo estas leyendo a saber donde. Es algo fascinante, me pregunto como serás, donde estas, si he conseguido que leas hasta aquí ya es todo un logro, seguramente seremos muy diferentes, eso si, con un vinculo común, la lectura. Por un instante estamos conectados y es una sensación indescriptible. Aquí he descubierto a gente maravillosa, después de leerla, me da igual como es su continente ya que me cautiva su contenido. En mi caso, si pudiera conocerte, creo que no te diría todo lo que escribo, seguro que sería más superficial, ahora bajo el manto de privacidad, me abro mucho más. Me gustaría tomar un café contigo, hablar, mirarte a los ojos y perderme en ellos, observar tus labios y desearlos, escaparme por tu cuello, disipar los recelos y sobre todo escuchar, me encantaría oír la historia de tu vida, pero más aun tus anhelos, tus metas y fantasías, tus ilusiones y sueños, por que siempre nos brillan los ojos cuando contamos lo que deseamos, ese brillo con matices de esperanza adornada con una sonrisa, siempre se convierte en un momento mágico, resplandece la mirada con la confianza del niño que aun tenemos dentro.
Desde luego me siento afortunado, de vez en cuando el azar hace que coincidamos, para mí además de conocerte, me sirve de válvula de escape, pero soy como escribo, me sigo preguntando como eres tu, si sientes algo parecido al leerme, como yo al escribirlo.
Si has llegado hasta aquí, te doy las gracias, sin quererlo le has dado sentido a estas líneas, a mi madrugada solitaria. El dios Morfeo me esta llamando ya a su reino.
Aquí termina mi escrito, con gratitud por tu compañía y con el convencimiento de que los Sumerios emperezaron a escribir por ti.

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