jueves, 20 de octubre de 2011

2000 palabras y muchas gotas más



Se asomó preocupado a la ventana por donde resbalaban las gotas en una carrera suicida hasta el jardín, no parecía que fuera a cambiar su suerte, el cielo estaba de un gris cerrado. Siguió acicalándose para la visita, llevaba días lloviendo con intensidad, no era la típica tormenta de verano, mientras de abrochaba la camisa vio la foto de de Silvia su amiga de infancia y su amor de juventud, esbozo una sonrisa al ver la imagen de los dos asomados en una tienda de campaña en una de sus innumerables excursiones, todo cambió hace tres años cuando ella se fue hacer los estudios superiores a otra ciudad con sus padres.

Estaba en el salón haciendo tiempo, cuando se dio cuenta realmente que no le apetecía la visita para nada, pero ya era tarde. Aun no sabia por que razón, ella quería que conociera a los padres si solo le he dado un beso, pensó. Hacia unos pocos meses que llegaron del valle, ella y su familia regentaban el pequeño hotel de la cima.
Tocaron a la puerta con insistencia a la puerta y el se apresuró abrir…

- Hola Andrés, necesito que me dejes el coche, tengo que bajar al valle a recoger a mi madre a la estación, los teléfonos no van y no puedo llamar a un taxi – le decía su amigo con cara de desesperación-

Andrés sin dudarlo le dio las llaves y su amigo salio disparado con una sonrisa, no sin antes darle un cachete cariñoso en la mejilla. Cuando se dio cuenta que el coche lo necesitaba para subir al hotel, ya era tarde. Tenía que salir ya, por que andando ligero llegaría a la hora, se enfundo unas botas, el chubasquero y salió a toda prisa.

El camino era cuesta arriba y la calzada estaba en muy mal estado por las nevadas del último invierno, estaba lleno de baches y charcos, las lluvias torrenciales de los días pasados no ayudaban mucho, había barro por todas partes y seguía lloviendo. No llevaba ni cinco minutos andando, cuando se cruzo con la señora Julia, una mujer menuda que andaba deprisa para su edad, con un pequeño paraguas roto.

- Sra. Julia ¿Dónde va con este tiempo? – le dijo Andrés con una sonrisa-

- Ayyy hijo mío a casa de mi hermana, que llega hoy.- contesto la mujer entre escalofríos- ¿y tú?

- Si ya me lo ha dicho su sobrino ahora bajaba a por ella, yo voy al hotelito que he quedado, pero tome mi chubasquero que va a coger una pulmonía- Le dijo mientras se bajaba la cremallera-

- No, no de ningún modo, además ya estoy mojada, se me ha enganchado el paraguas en una rama, sin darme cuenta y se ha desgarrado- le decía mientras negaba con la cabeza resignada-

- Por eso mismo, venga yo le ayudo a ponérselo- le decía con una gran sonrisa al ver como le quedaba puesto el chubasquero-

- Ayyy hijo, muchas gracias, luego le digo a Pedro que te lo suba- le decía la menuda mujer, no sin antes darle un cachete cariñoso en la mejilla-

Andrés pensó que debería ser una tradición familiar. Mientras la veía alejarse con paso ligero, no pudo evitar una risita al verla que casi arrastraba el chubasquero por el suelo, tenía un inquietante parecido al mudito de los hermanos Marx.

Seguía caminando esquivando el barro, pero ahora se estaba empapando y para ser verano la verdad es que refrescaba, ya estaba llegando y no valía la pena volver, con la mirada perdida en el suelo, escucho como aceleraba un coche, levantó la vista y vio un coche atrapado el barro, acelerando cada vez más y hundiéndose cada vez más. Cuando llegó a su altura pudo ver en el interior, allí estaba una familia de turistas, en mitad de una discusión familiar llena de reproches por la pésima habilidad del conductor. Andrés dio unos golpecitos en la ventanilla del conductor y en el interior se produjo un silencio de inmediato. El conductor bajó lentamente la ventanilla con cara de temor.

- Hola, veo que se han quedado atrapados, permítame que les ayude, voy a poner unas ramas bajo de las ruedas y luego usted acelera poco a poco ¿vale? – le instruyó Andrés, mientras veía la mirada de alivio de la mujer-

Empezó a reunir ramas y con habilidad las depositaba junto a la rueda, le costaba andar por el barro, pero en un tiempo record estaba todo preparado.

- ¡¡Valee acelere!!! – gritó al conductor mientas empujaba al coche-

Esté pisó el acelerador hasta el fondo, el ruido del motor rompió la paz del camino y una estela de barro salió de debajo del coche, mientras derrapaba y cuelaba hasta salir de la trampa en la que estaba. Siguió su camino mientras los ocupantes sacaban los brazos en señal de agradecimiento. Andrés se quedó quieto, impertérrito, mientras el barro le resbalaba por la cara, pensó que menos mal que le había dicho poco a poco y ahora tenía claro quien tenía la razón en la discusión del coche. Sacó el pañuelo e intento reparar el estropicio en que se había convertido, hacía poco más de una hora que había salido de casa impoluto y ahora estaba en un estado lamentable.

A los pocos minutos llegó a la puerta del hotel y optó por entrar al restaurante abierto al público primero, al entrar vio a Inés pululando entre las mesas y al padre con semblante serio tras la barra, el local estaba vacío, enseguida los dos clavaron sus miradas sobre él.

- ¿Qué te ha pasado que vienes así?- pregunto Inés levantando la voz-

- Bueno nada en especial un paseo un poco accidentado- le respondió con una sonrisa para suavizar un poco la tensa situación-

- ¿Tú crees que es la mejor forma de que mis padres te conozcan? – Le espeto con enfado-

- Bueno esta no era la idea, pero las cosas han venido así ¿si quieres me voy?- le contesto Andrés con asombro y a la vez enfado-

- Pues si, será lo mejor- le gritó y se dio la vuelta de forma teatral.

La madre al oír los gritos de su hija, salió de la cocina, era igual que Inés pero con treinta años más, cogió a su hija de los hombros, clavó una mirada de desprecio hacía él y se la llevo a la cocina. El padre que aun seguía tras la barra, miró a Andrés, cogió un rollo de papel absorbente y se dirigió a él.

- Toma chaval sécate un poco, anda- le dijo con una sonrisa
En ese momento, entró como un torbellino, la familia a la que había ayudado hacía un rato, los padres discutiendo y los niños corriendo entre las mesas.

- Mira, aquí esta nuestro rescatador – exclamo el hombre- si no es por él, aún estamos atrapados ¿que quieres tomarte? invito a lo que quieras.

- Muchísimas gracias, mira como te hemos puesto- se lamento la mujer del coche-

En eso preciso momento entró su amigo, con paso decidido hacía él.

- jajaja mira como te has puesto y todo por dejarle el chubasquero a mi tía, te lo agradezco de verdad, la pobre esta empapada cuando hemos llegado a casa, toma aquí lo tienes y las llaves del coche, ufff si no me lo llegas a dejar, aun estaría mi madre histérica en la estación. Tómate lo que quieras, yo invito- le dijo con una risotada final.

El padre que estaba atento a todo lo que sucedía, exclamo – Un momento señores ahora vuelvo- cogió del hombre a Andrés y se dirigieron hacia la puerta.

- Chaval, bueno Andrés que así es como te llamas, te voy a dar el mejor consejo que te han dado nunca- le dijo con un tono serio y mirada amable-

- Antes de que entraran esta gente ya me había dado cuenta que eres buena gente, ellos solo lo han confirmado- hizo una pausa y continúo- Deja a mi hija, olvídate de ella, buscaste una buena chica o te amargará la vida como ha hecho su madre conmigo, son iguales, yo las aguanto por que la familia no se elige, se sufre, tu no tienes por que hacerlo.- al terminar sonreía con la satisfacción de saber que ha hecho una buena obra.

- Me deja sin palabras señor- respondió Andrés desconcertado por la situación surrealista en la que se encontraba- pero creo que le voy hacer caso, muchas gracias por el consejo- terminado con una sonrisa de agradecimiento.

- Por cierto me dijo su hija que le gustaba la pesca, si quiere le puedo enseñar los mejores sitios, podemos un día ir juntos- se ofreció de forma sincera-

- Jajaja estupendo, rió el padre-mientras le apretaba sus hombros con firmeza- pero sin que se enteren ellas ¿eh? – le susurró al oído, para terminar con otra carcajada.

Entraron ya separados la restaurante, Andrés se despidió de todos los presentes, menos de Inés y su madre, que aun estaban en la cocina, le pidió a su amigo que le bajará el coche a casa, para no ensuciarlo. Salio del local sin mirar atrás y se dispuso para el paseo de vuelta con la sorpresa de los primeros rayos de sol iluminando el camino. Andaba alegre cuesta abajo, ahora ya sin esquivar los charcos, el perfume del bosque mojado, era tan penetrante como placentero, el paseo se le hizo corto ya veía la entrada de su casa a lo lejos, aunque se percató de unos bultos situado en ella. Ya a pocos metros comprobó con asombro que eran una maletas y la mayor sorpresa que le podían dar salio de detrás de la valla, era Silvia.

Estaba más guapa que nunca, él se quedó petrificado por la emoción y ella lo miraba con amplia sonrisa.

- Hombreee ya era hora, por dios ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? ¿Has tenido un accidente?- su sonrisa inicial se transformo en preocupación-

- NOOO jajaja ¿pero que haces aquí?- le contestó mientras corría a saludarla-

Silvia salto sobre él fundiéndose en un abrazo, él daba vueltas cargada con ella mientas reían sin parar, cuando ya puso los pies en el suelo, Andrés le retiro suavemente el cabello de la cara y retrocedió un paso para poder preguntarle.

- De verdad que alegría me has dado, pero dime ¿Qué haces aquí?

- Ya te dije que vendría de vacaciones ¿no?- le contesto entre risas-

- Si, pero de eso hace tres años … no me puedo creer que estés aquí – dijo Andrés visiblemente emocionado mientras le estrechaba su mano-

- Pero cuenta ¿ por que vas hecho un asco?- le pregunto aliviando de emoción el momento-

- ¿Yo hecho un asco? Para nada, estoy como tú- le respondió con mirada traviesa-

- De eso nada guapo, yo voy limpia y reluciente como una princesita- le replico entre risas-

- ¿Estas segura?- volvió a preguntar antes de saltar sobre el charco que estaba junto a ellos-

- ¡¡ Serás cabronazo!!! Espera y veras cuando te agarre.- le gritaba entre risas, mientras corría tras él

Andrés reía con más fuerza cada vez que la esquivaba, al final acabaron en un abrazo, jadeantes y risueños volvieron despacio entre risas hacía las maletas. Las mismas risas que compartieron durante toda su vida, las que él siempre recordaba al pensar en ella. Silvia apoyó la cabeza en su hombro mientras él le señalaba con el dedo el hermoso arco iris que se había formado ante ellos.
Hoy sin duda había sido el día mas extraño de su vida, en solo tres horas, los nubarrones negros que acompañaban a una cita obligada, cambió a una maravillosa mañana veraniega donde el verde del bosque se convirtió en esmeraldas, el estruendo de los pájaros en una balada, el barro en una alfombra y sueño en realidad. Miró detenidamente a su alrededor, viendo resbalar las ultimas gotas de lluvia por las hojas, brillantes como diminutos diamantes y comprendió que esté sería un gran verano.

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