jueves, 20 de octubre de 2011

Sueños



Acostado en su cama miraba por su ventana las nubes como tapaban la luna y como siempre soñaba despierto, era lo único que le ayudaba a soportar el infierno que se había convertido su casa. El soñaba, que ella le soñaba, le costaba recordar aquellos tiempos de risas y de juegos con ella, eran tan lejanos como el horizonte. Eran vecinos y la casualidad les hizo nacer el mismo día, sus casas estaban separadas por una pequeña valla, pero sus vidas los estaban mucho más. Todo cambio cuando tenían diez años, Sonia perdió a su madre en un accidente de tráfico y con ella murió el alma de la familia, su padre busco el consuelo en el alcohol y ahí empezaron los maltratos y los insultos. También la casualidad hizo que el padre de Fran, les abandonara ese año y empezó su particular infierno. Conforme iba creciendo, su madre se convirtió en una fanática religiosa de un grupo evangelista, que la transformó en una mujer intolerante e hipocondríaca. Le culpaba de todos sus males y del abandono de su padre, le destrozo la autoestima y lo convirtió en el bicho raro del instituto. Era el centro de las burlas y el acoso, solo defendido de vez en cuando por Sonia, que se había convertido en una joven preciosa, eso si, bajo su aspecto gótico, de vez en cuado se le veía una leve sonrisa entre los piercing, cuando se cruzaban. Solía escuchar desde su habitación los gritos y golpes que le propinaba su padre cuando estaba borracho y se atormentaba por que no tenía el valor de salir en su defensa, también la veía escaparse por la ventana alguna noches cuando su padre estaba ya casi inconsciente por la bebida.
Miraba ansioso el reloj, de normal a esas horas estaba dormido, ya que sin televisor ni ordenador, lo único que podía hacer es refugiarse en su habitación. Se retorcía inquieto en la cama produciendo unos pequeños crujidos, cuando la voz estridente de su madre rompe el silencio de la noche

-¡¡ Fran!!! ¿Que son esos ruidos?, ¿no estarás haciendo actos impuros?. Siempre encerrado … ha saber que pasa por esa mente sucia que tienes.

Él inspiraba profundamente apretando las mandíbulas, odiaba esa voz, esa manera gritar, esa casa y sobre todo a ella.

-Contéstame ¿que estas haciendo? Me vas a matar a disgustos, eres como tu padre, vivís para el pecado. ¡¡Fannn!!! Mira lo que has hecho a tu pobre madre, ya me ha dado una arritmia, tráeme un baso de agua para mi pastilla.

En ese momento el viejo reloj de péndulo del salón, empezó a dar las campanadas de las 12 de la noche, Fran se incorporo de la cama, era el sonido de libertad, sin mediar palabra, se cargo al hombro su vieja bolsa de deporte, salio de la habitación dando un portazo y se dispuso a bajar la escalera, al escuchar tal estruendo la madre salio a su encuentro en el pasillo, miro a su hijo con odio y le empezó a gritar

-Vuelve inmediatamente a tu habitación, obedece a tu madre

-Madre, hoy hace 18 años que me trajiste al mundo, soy mayor de edad, no volverás a verme en tu vida, ya no voy a darte más disgustos, adiós.

Bajó las escaleras sin mirar atrás, los improperios que gritaba su madre ya parecían lejanos, inexistentes, solo le angustiaba el saber que Sonia desaparecería de su vida también.
Al abrir la puerta le envolvió el perfume del pequeño jardín, el frescor de una noche de verano, el aroma de paz y libertad, salio a la calle y empezó andar. Cuando estaba a la altura de casa de Sonia quiso dar la última mirada, perplejo vio salir a su vecino con una maleta, tirándola con desprecio a su destartalado jardín.

-Vete y no vuelvas nunca, estoy harto de ti, largarte de aquí.

-Tranquilo que no veras más, borracho, quieres más a la botella que tu propia hija.

-¡¡Fuera!! No vuelvas – le gritaba mientras se tambaleaba en el porche.

Casi no podía con el peso de la maleta, al abrir la canela, vio la imagen borrosa por las lagrimas de Fran.

-¿Qué haces aquí? – le pregunto sorprendida

-Lo mismo que tú, hoy el primer día del resto de nuestra vida.- le comento con una sonrisa.

Sonia no había visto sonreír a Fran desde hacía muchos años, le pareció preciosa, estaba cambiado, ya no andaba encorvado, los botones del pecho desabrochados y despeinado, le daba un aire muy atractivo.

-¿Y donde vas a ir? –Le pregunto Sonia con preocupación, mientras él cogía su maleta y empezaban a andar calle arriba.

-He ahorrado muchos años para este momento, me voy a la costa donde vive mi padre, aunque mi madre siempre me lo ha ocultado y las destruía, una vez vi un trozo de una carta en la basura. ¿Vienes conmigo? – le preguntó con una seguridad de sí mismo nunca vista por ella

-Si, vale. – le contesto con asombro, tanto por la pregunta, como por su respuesta, mientras se cogían de la mano.

-¿Sabes? Muchas veces soñaba que me soñabas. – Le comento Sonia, para romper un incomodo silencio.

-Fran no pudo reprimir la sonría - Pues sí, te he soñado muchas veces, también he soñado con este día, pero ni en el mejor de mis sueños, me encontraba también como lo estoy ahora.

Siguieron andando calle arriba, hacia la estación, entre risas nerviosas ante el futuro que les aguardaba, él daba gracias a Dios por tener una ventana en su habitación, donde aprendió a soñar, sabedor ahora, que solo en el soñador vida y sueños coinciden

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