jueves, 20 de octubre de 2011

La rosa



Como todas las mañanas Juan salía al jardín y se dirigía con paso lento al invernadero que hizo construir ya hace algunos años y como todas las mañanas Gema lo observaba desde la ventana de la cocina mientras retiraba los vasos del desayuno. No podía dejar de pensar al verlo, que se marchitaba poco a poco como las flores que él cuidaba con tanto esmero, un escalofrío recorrió su cuerpo. Recordó el día que le diagnosticaron la enfermedad y la entereza con la que asumió su nuevo reto, vencer al cáncer. Siempre había sido un luchador, levantó una prospera empresa de la nada, de personalidad arrolladora y de sonrisa contagiosa, conseguía todo lo que se proponía.
Ella lo adoraba, su matrimonio siempre fue una continua complicidad entre ellos, él nunca se llevaba el trabajo, ni los problemas a casa y siempre tenía un comentario ingenioso que la hacía reír, detallista y buen amante, Gema se sentía totalmente dependiente de él, lo necesitaba como el aire que respiraba, no concebía la vida sin él. Apoyada en la ventana, le miraba como mimaba a sus rosas, muchas veces se sentía celosa de esos rosales, pero sabía que le distraía, lo veía feliz y como siempre dentro del invernadero música de violines, era una escena muy apacible, sonreía mientras se esforzaba para no llorar.
El timbre del teléfono le hizo volver a la realidad, le sorprendió que le llamara Emile, un amigo francés de Juan al que conoció en un chat de jardinería hace un tiempo, entre lo mal que hablaba el español y lo excitado que estaba, Gema no sabía lo que le decía, así que se apresuró a llamar a su marido.
La cara de Juan era la viva imagen de la felicidad mientras estaba al teléfono, reía y se movía nervioso, cuando colgó, Gema lo miraba con ojos como platos a la espera de una explicación, su marido se dirigió a ella, le beso en la mejilla y le dijo sonriente

- Vamos hacer las maletas que nos vamos a Paris – comentó como si nada –

- ¿Cómo? – exclamó ella –

- Si, hace años que no vamos y tengo que hacer allí una cosa – le dijo con toda naturalidad –

- Pero Juan, así sin más ¿Cuándo nos tenemos que ir? – le preguntaba ella desconcertada –

- Esta tarde, voy a llamar para sacar los billetes de avión – se acercó y le cogió la mano con suavidad – No lo pienses, vamos hacerlo como siempre lo hacíamos … pensado y hecho, yo me encuentro bien y nos vendrá genial el cambiar de aires, no preguntes solo déjate llevar - le dijo con esa sonrisa irresistible –

Eran las 10 de la noche, cuando el Capitán informó que debían abrocharse los cinturones y colocar el asiento en posición vertical, estaban llegando al aeropuerto Orly de París. Inmediatamente Juan comenzó a buscar entre tantas luces, la Torre Eiffel iluminada, al poco tiempo encontró lo que buscaba, y sintió una gran emoción. Por la mañana Emile estaba esperándolos a la puerta del hotel, estaba emocionado, al ver a Juan se abalanzo a abrazarlo y acto seguido beso a Gema efusivamente, esta miraba con perplejidad a aquel hombre robusto de largo bigote. Se dirigieron al parc de Bagatelle, una de las rosaledas más importantes y más antiguas de Francia, donde se desarrollaba el concurso international de roses nouvelles.
Al entrar al recinto algunas personas ovacionaban a Juan y Gema desconcertada miró a su marido buscando una explicación

- Gema, cielo he ganado el concurso, era una sorpresa, al final de la mañana lo comprenderás – Le comento mientras sonreía con los ojos brillantes –

- ¡¡Juan!! ¿de verdad? Que alegría, me siento muy feliz por ti – exclamo de forma sincera mientras se fundían en un abrazo –

Pasaron las horas y por fin llego la ceremonia de entrega del premio, Gema vio a su marido como de dirigía al escenario a recoger su trofeo, tras los aplausos de los asistentes, le invitaron a decir una palabras, ella estaba extasiada viéndole, seguía siendo un hombre muy atractivo y ese traje le sentaba muy bien, se hizo el silencio y Juan se acerco al micro

- Señoras, señores, muchas gracias. Los primeros datos de su utilización ornamental de las rosas, se remontan a Creta hace 4.000 años. La rosa era considerada como símbolo de belleza por babilonios, sirios, en Egipto y Grecia tuvo una especial relevancia, y mucho más en Roma. Las rosas son símbolos antiguos del amor y de la belleza. La rosa era sagrada para un número considerable de diosas de la antigüedad – hizo una pausa para la traducción simultanea a los presentes-

- Hace 5 años me diagnosticaron una enfermedad terminal, lo primero que pensé y lo que más me preocupaba era en mi mujer, no me resigno a dejar de ver su sonrisa, su belleza, su integridad como persona. Quería inmortalizar mi amor y sus cualidades en algo tan bello y delicado como ella – hizo otra pausa para tomar aire, visiblemente emocionado-

- Este Híbrido que he creado de tallo esbelto como su cuerpo, de hoja perenne como nuestro amor y pétalos aromáticos como su piel, es el mayor homenaje que le puedo al amor de mi vida y como no podía ser de otra forma esta variedad se llamará “Le sourire de Gema”- respiró profundamente para evitar las lagrimas –

Cuando termino la traducción una ensordecedora ovación estalló en el recinto, gran parte de los presentes se pusieron en pie, ahora las miradas iban dirigidas a ella. Emile la sujetaba del hombro, no se tenía en pie, lloraba emocionada mientras le mandaba un beso con la mano, vio como bajaba del escenario y corrió a su encuentro, ya no escuchaba aplausos, ni veía a la gente, solo estaba él, sentía su calidez, su perfume, perdió la noción del tiempo, quería estar en sus brazos para siempre.

El sol acariciaba sus rostros, mientras navegaban  en el batobus por el Sena, ajenos a la belleza que les rodeaba, solo tenían ojos el uno para el otro. Juan se incorporo un poco en el asiento y con aire solemne le dijo

- Bueno ya se acabo el cuidar rosas ¿Qué te parece?

- Me parece muy bien, ya estaba celosa – le respondió con una sonrisa - ¿y ahora que vas hacer?

- Me voy a comprar un buen telescopio – le comentó con mirada picarona-

- ¿y eso? ¿desde cuando te interesa la astronomía? – le pregunto intrigada –

- Le voy a poner tu nombre a una estrella – le dijo todo convencido –

Gema acarició su cara suavemente con la mano y acerco su rostro a su pecho, mientras él la envolvía entre sus brazos. Se sentía triste y afortunada, sabía enfermedad iba ganando terreno poco a poco, pero cada año que pasaba junto a él valía como una vida, siempre tenía la capacidad de sorprenderle y cada día su amor florecía, como la rosa que llevaba su nombre.

1 comentario:

  1. ...Bella historia que nos hace sentir lo mas bello que puede poseer nuestro latir.......Amor.....
    sin duda alguna diria que lo siguiente a preciosa, siendo un verdadero Lujazo leer,
    un besito con Cariño
    Carmen Leyre

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